Los jóvenes jesuitas en Colombia y sus desafíos

El Padre Arturo Sosa, Superior General, se encuentra en Colombia. Su primera actividad fue visitar la Comunidad de Formación San Francisco Javier, donde viven jóvenes jesuitas que han culminado su noviciado y comienzan su preparación humanístico-filosófica, y forman comunidad con un equipo de formadores. A ellos se unieron escolares jesuitas de otras comunidades y candidatos a la Compañía de Jesús. Pedimos al superior de la comunidad, Jorge Alberto Camacho, que nos hablara de los retos a los que se enfrentan los estudiantes jesuitas durante sus primeros años de formación. También le pedimos que nos compartiera las alegrías que le proporciona su responsabilidad como formador.

Tras el encuentro con el Padre General, dos de los jóvenes jesuitas presentes nos hicieron llegar sus comentarios. Pueden leerlos al final de este artículo.

Padre Jorge Alberto, como formadores de jóvenes jesuitas, ¿En qué hacen hincapié?

Hacemos énfasis en el proceso de consolidación de la identidad como religiosos jesuitas, en el discernimiento, el apostolado, la vida espiritual y la maduración afectiva.

Tratamos de que los jóvenes jesuitas adquieran el hábito y la pasión por los estudios, introduciéndose al mundo universitario desde la filosofía y las humanidades propias de la tradición ignaciana.

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¿Cuáles son los mayores retos para un joven colombiano (u otro latinoamericano que venga a estudiar a Bogotá) en relación con la vida religiosa y la preparación para la vida en la Compañía?

Quiero destacar tres retos:

1. El mayor reto es quizás, aprender a vivir los votos, y en general todo lo que implica la vida religiosa, en un contexto abierto: universitario, apostólico, social.

2. Para algunos, que se enfrentan por primera vez a los estudios universitarios, estos se convierten en un reto grande, para otros, que ya han vivido esa experiencia, el desafío es retornar al mundo universitario desde la nueva perspectiva que les brinda el ser religiosos jesuitas.

3. La realidad colombiana nos interpela constantemente, reta a nuestros jóvenes jesuitas sobre todo en el apostolado y en los tiempos fuertes de misión (normalmente experiencias pastorales en el campo o en zonas marginadas), convirtiéndose en materia constante para el discernimiento de la propia vocación y misión. La realidad de una ciudad multicultural, que transita entre lo cosmopolita y la precariedad, y que representa la complejidad latinoamericana, confronta también fuertemente a los jóvenes jesuitas.

¿Qué alegrías o consolaciones usted experimenta como animador de una comunidad de formación de la Compañía, aquí en Colombia?

Ser testigo del paso de Dios por la vida de los jóvenes jesuitas es una experiencia muy consoladora. Descubrir nuevos sueños, nuevas perspectivas y sensibilidades reaniman nuestra esperanza en el futuro de la Compañía. Creo que los jóvenes no quieren simplemente repetir lo que los mayores hemos hecho, sino que se sienten llamados por el Señor a responder, como jesuitas, a nuevas realidades y retos.

Experimento con alegría, que el paradigma de la ecología integral, abierto para la Compañía con las PAU, es comprendido y vivido mucho mejor por estas nuevas generaciones.

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Era la primera vez que los escolares se reunían con el Superior General de la Compañía. ¿Qué fue lo que más les llamó la atención de este encuentro?

En el momento actual de mi formación como jesuita, percibo la oportunidad de conocer al General de la Compañía como una gracia que me permite profundizar en lo que implica hacer parte de un cuerpo apostólico universal.


Me impactó la invitación del General a situarnos en nuestras realidades concretas desde la mirada de Jesús puesto en cruz, pues es desde el punto de vista de un Dios encarnado, crucificado y resucitado que podemos reconocer la invitación del Señor a sintonizarnos con su misión de reconciliación.


En un mundo enfrentado a una realidad de injusticia y desigualdad, con cifras escandalosas de miseria y precariedad, el Señor nos sigue invitando desde la oración y el discernimiento a ser hombres capaces de anunciarlo con nuestras vidas y nuestra profundidad intelectual y espiritual.

Fabio Guerra-Acero, SJ
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Fabio Guerra-Acero, SJ (izquierda) y Cristian Garnica, SJ.

El encuentro con el Padre General fue realmente muy emocionante e inspirador. Mientras él hablaba en la Capilla de la Casa de Formación me imaginaba al mismo Ignacio, ahí, en medio de los primeros jesuitas, siglos atrás, hablándoles, compartiéndoles su experiencia espiritual. Ese momento vivido con nuestro actual Padre General me hizo imaginar - como tanto Ignacio nos recomienda en las contemplaciones de los Ejercicios - a quienes por primera vez se lanzaron en la magnífica aventura de seguir al Señor y conformaron la ‘mínima Compañía de Jesús’.


Algo que realmente me impactó, de todo lo que nos compartió el Padre General, fue su invitación a ver las cosas, ver nuestra realidad, y la del mundo que nos rodea, desde Cristo Crucificado. Desde la altura de la cruz, aquella de la incomodidad, la desnudez, el martirio y el dolor; no desde la altura de nuestras propias y egoístas pretensiones. Es muy cierto que muchas veces pretendemos un cristianismo sin cruz, una vida religiosa alejada de las incomodidades que representa ver las cosas desde la altura del Crucificado.

Cristian Garnica, SJ
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Publicado por Communications Office - Editor in Curia Generalizia
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El Servicio de Comunicaciones de la Curia General publica noticias de interés internacional sobre el gobierno central de la Compañía de Jesús y sobre los compromisos de los jesuitas y sus partenarios. También se encarga de las relaciones con los medios de comunicación.

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